miércoles, 31 de enero de 2018

La horrible historia de Rufina Cambaceres





Si tuviéramos que elegir un lugar emblemático como para dar inicio a este sitio de Leyendas Urbanas muchos estaríamos de acuerdo que el lugar ideal tendría que ser el famoso y destacado cementerio de la Recoleta. Único y fabuloso por excelencia.

Su historia se remonta al año 1822 cuando el ingeniero Próspero Catelín llevo a cabo el proyecto del Cementerio del Norte que a sus inicios solo sería destinado para los cristianos que, veinte años después por un decreto del Presidente Mitre, fue permitida la sepultura de otras religiones en la necrópolis.

A pocos años de su bicentenario, el camposanto ubicado en la calle junín al 1700 posee entre sus muros un sinfín de amplios monumentos considerados – a mi criterio –  bellezas de la arquitectura antigua y moderna. Enterrados en sus bóvedas y nichos se encuentran personas emblemáticas de la historia de nuestro país: como Domingo Faustino Sarmiento, Raúl Alfonsín, Eva Perón y muchas figuras más de la literatura, la política y las familias de altas alcurnias de la época.

Una de las historias más aterradoras que reposan eternamente en el lugar es la que rodea la horrorosa muerte de Rufina Cambaceres Bacichi quien, a sus 19 años, fue enterrada viva en su cripta familiar y encontrada días después dentro de su féretro en  un estado horrible y de pesadilla.
Dice la leyenda que el 31 de Mayo de 1902 cuando Rufina festejaba su cumpleaños fue organizada una “tertulia” en su casona del norte. Cuando luego de la ceremonia los invitados iban a recurrir a una obra del Teatro Colon con la anfitriona, la misma fue encontrada muerta en su habitación. Su figura cadavérica denotaba una tez blanca mortuoria, una posición extraña y unos ojos en blanco absolutamente desorbitados.

Luego de que el doctor familiar la diera por muerta al no descubrir en el cuerpo signos vitales, Rufina fue sepultada en la bóveda de los Cambaceres a la brevedad junto a otros miembros de su familia.
Lo horrible de la historia es que unos días después del entierro un tío de la fallecida quiso llevarle a Rufina un anillo que habían olvidado devolverle el día de la preparación mortuoria del cuerpo. Habrá sido espantoso para este familiar tan allegado descubrir que, al abrir la tapa del féretro, la niña se encontraba en una posición muy diferente a la que la recordaba el día de su entierro con una expresión de absoluto terror en su rostro. La tapa del mismo estaba dañada y rajuñada por dentro y las uñas y manos de Rufina estaban absolutamente dañadas y ensangrentadas.

Hoy en día la causa científica de este hecho es una enfermedad luego descubierta llamada Catalepsia. Un horrible estado donde el cuerpo toma el color, la temperatura y la rigidez de un muerto. Bajando las pulsaciones cardíacas a un estado casi imperceptible. Por esto mismo muchas personas pedían ser enterradas bajo ciertas medidas de seguridad en caso de correr la atroz suerte de despertase en su propia tumba. De hecho, actualmente muchas empresas privadas brindan ciertos servicios a las personas por este mismo motivo. Desde ataúdes con medidas de seguridad y aperturas especiales, como un teléfono celular de larga batería que es enterrado junto al difunto.

Volviendo al relato de la pobre Rufina. Hoy se puede visitar su sepultura en el cementerio del barrio de la Recoleta y podemos apreciar en ella a la hermosa chica de corta edad abriendo la puerta de la tumba. Una posición que nos puede dar un simbolismo especial. Ya sea que haga mención a la situación de ella luchando por escapar de su terrible destino o tratando de abrir la puerta que la conducirá al mundo de los muertos. Lugar donde el hombre tarde o temprano debe llegar.

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