martes, 19 de diciembre de 2017

El Hombre Lobo De Almirante Brown – Relato Urbano de la Provincia de Buenos Aires





EN ALGÚN LUGAR DE BUENOS AIRES, 60 AÑOS ATRÁS.

  El corazón de “Don Pedro” estaba al límite del colapso. Su mente galopaba a miles de revoluciones por minuto. Su cuerpo estaba al borde de desfallecer mientras lo único que escuchaba era su rápido correr por las calles de tierra y piedras.

  Había sido testigo de lo imposible. De una mística locura extirpada de un cuento de horrorosa fantasía. Él sabía que lo que había visto era real y no producto de una imaginación influenciada por algún tipo de droga o bebida.
Las calles del actual Barrio de Adrogué estaban vacías en la oscuridad de la noche. El silencio era absoluto. El pobre hombre se encontraba tan mareado y fatigado que cayó al piso. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos. Sabía que ese animal estaba a sus espaldas y que su muerte estaba asegurada. Había perdido la carrera que le permitiría seguir con su vida. Decidió cerrar los ojos con fuerza. Solo esperaba el dolor, el terror…. La muerte.
Fue en ese momento cuando un aullido ensordecedor acaparo la noche. Luego, todo fue oscuridad.

ACTUALIDAD

  El sol se encontraba en lo alto del cielo cuando yo decencia del tren Roca en la estación Ferroviaria de Adrogué. La misma, situada en la zona sur de la Provincia de Buenos Aires se destaca por encontrase entre una tranquila y pintoresca plaza de barrio muy bien cuidada y una serie de locales de los más atrayentes. Un Barrio más que recomendado para ir a pasear un sábado por la tarde o hacer algunas compras.

No demore en encontrarme con “Don Pedro”, quien me esperaba con un chico de alrededor de doce años en uno de bancos de la Plaza San Martín. La mirada del hombre era intranquila. Unos ojos oscuros, debajo de unas cejas superpobladas, me miraban fijamente.

El chico, quien más de ser un niño era ya un adolecente observaba la pantalla de su celular como si se encontrara en trance. Al parecer había escuchado más de un millón de veces lo que se me iba a comunicar, o simplemente, carecía de su interés.

DON PEDRO: “Mira Pibe, gran parte de lo que me paso te lo comente por teléfono, yo me encontraba caminando hacia mi casa de noche cuando esa bestia salió de la nada. Yo juro por la Virgen santísima que esa cosa era un Hombre Lobo”

El hombre Lobo (o licántropo) es una persona que posee la cualidad de transformarse durante las noches de luna llena. Todos los relatos, desde la antigüedad hasta hoy, lo describen como una criatura hibrida humanoide con rasgos de lobo y cubierto de un vello espeso. Puede aullar al igual que las criaturas de la noche y desplazarse a una velocidad increíble en su estado de transformación. Otros, un poco más escépticos, tildan al hombre lobo como un ser común y silvestre que fue concebido como el séptimo hijo varón consecutivo. También se dicen que aquí en Argentina, el Presidente de la Republica es quien apadrina a este “Lobizón” en consecuencia de la Ley de padrinazgo presidencial N°20.843 (Quien también contempla a la séptima hija mujer).

Don Pedro, quien me repitió nuevamente la historia no pudo profundizar mucho más en ella. Salvo un mínimo y peculiar dato.

“Fue también hace muchos años – Continuo el Anciano – cuando muchos vecinos de aquí en el Barrio de Mármol quisieron dar caza a la bestia. Recuerdo que los hombres se turnaban para patrullar desde las terrazas de las casas y hasta estaban armados. También recuerdo que luego de unas noches descubrieron que la “supuesta” bestia era un perro que había contraído una supuesta enfermedad que lo volvía loco en las noches de luna y se le daba por despellejar a los árboles con sus dientes y aullar como loco. Al día siguiente los vecinos increpamos al dueño para que lo ate y no lo deje salir de su casa. Al rehusarse no tuvimos más alternativa que sacrificarlo.”

Confieso que Don Pedro me había tirado el mito por el suelo. La probabilidad de que un perro rabioso o influenciado por alguna locura en las noches de luna era altamente segura. Quizá su relato del Lobizón era producto de algún desgaste en los recuerdos de ese hombre por consecuencia de avanzada edad. Opte por revolver un poco más en sus memorias pero mucho no pudo decirme. De los que llegaron a escuchar o ver a la bestia ya muchos habían muerto salvo…

“¡Francisca!… – Dijo el anciano como acordándose de ella de golpe – Ella, al igual que yo, vio al animal. Si queres podemos ir a verla ya que está a unas cuadras de acá.

La casa de Francisca era acogedora, pequeña pero con un impregnante aroma a jazmín que se colaba por una ventana que daba a un pintoresco y prolijo jardín. Fotos amarillentas pero llenas de momentos felices decoraban el sitio. La anciana de unos setenta años parecía confusa por el hecho de que un viejo amigo y un desconocido habían abordado en su hogar para recordarle uno de los momentos más horribles de su vida.

Francisca: Si, recuerdo al hombre lobo. Era una noche de luna llena de hace muchos años atrás. Era una noche de viernes. El barrio era mucho más oscuro y desolado en aquellos días. Yo venía acompañada por mi marido quien me había ido a buscar a lo de mi amiga. Eran pocas cuadras y las calles eran tranquilas. No ahora que te matan por un teléfono. Pero mi marido, que en paz descanse, era un caballero. Fue acá en la esquina cuando una mezcla de hombre y animal nos confronto. Esa cosa rasguño al pobre David (Intuyo que se refería a su marido) y una vez que me puse a gritar y se prendieron las luces de las casas vecinas el animal huyo como un cobarde. Mucho no lo recuerdo. Pero te puedo decir que no era un hombre. Lo parecía… pero no lo era. Tenía mucho pelo y claramente estaba desnudo. Sus dientes eran enormes y sus garras mucho más. Media como dos metros. Hubiese jurado que era el Diablo.

Una hora más tarde me encontraba solo con mis pensamientos en una famosa casa de panqueques cercana a la estación ferroviaria. Era un lugar calmo que me permitía pensar y meditar sobre lo vivido en el día.

Mi búsqueda se centralizo en un licántropo. Un hombre lobo que atacaba y merodeaba por la hermosa zona de Mármol y Adrogué. Lugar que siento como mi segundo hogar por lazos familiares. La teoría de aquella bestia era muy fuerte y tangible. Las pruebas eran pocas pero las suficientes como para iniciar un mito urbano. Eso era motivante.

Claro, la posibilidad de que fuera mentira. Que tan solo sea imaginación de dos ancianos. Que fuera un perro grande en vez de una criatura fantástica era probable también. ¿Pero acaso no se trata de eso un mito urbano? ¿El beneficio de la duda? ¿El creer o reventar?

Yo elegí creer. No solo porque hay muchas referencias a la licantropía sino porque es la mejor forma de honrar la memoria y experiencias de aquellos ancianos y plasmarla en esta página. ¿Acaso no viene de ellos las mejores historias y experiencias?

Di un último sorbo a mi café y cerré el cuaderno de anotaciones que me acompaña a todos lados (Un gran compañero de aventuras). Pedí la cuenta y emprendí el regreso a casa. No pude evitar revisar en mi agenda el ciclo lunar de aquel día. El dibujo era el contorno de un círculo perfecto. Me encontraba en el ciclo lunar de luna llena. Este pequeño pictograma desde el papel parecía implantarme una duda. Un desafío a la curiosidad que me ha llevado a muchos lados y aprender muchas cosas más. Decidí no cerrar esta investigación para darle continuidad en algún futuro.

La estación de Adrogué estaba desierta. Las luminarias empezaban a irradiar luz artificial al descender el sol de la tarde. Saque los auriculares de mi bolsillo y los acople al celular (Otro gran compañero de aventuras). La música inundo mis oídos. Me entregue a ella y continúe el regreso a casa deseando desde un rincón muy adentro mío, llegar a mi hogar y santuario una vez la luna irradie desde lo alto del cielo su plateada luz sobre la tierra.

Fuente: Buenos Aires Obscura

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