lunes, 25 de diciembre de 2017
POLTERGEIST – Relato Paranormal en Parque Chas
Si hablamos de un barrio por excelencia misterioso el mismo es Parque Chas. Lugar alejado del núcleo de la Capital Federal donde historias como “La manzana misteriosa” (Una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra que se dice que es imposible de rodear.) o un extraño minotauro conviven con increíble y extraña normalidad.
Nuestra historia hoy trata sobre la vivencia de Melo (Seudónimo elegido por mi entrevistada) quien a través de la página se acercó conmigo para contarme su misteriosa, pero sobretodo inexplicable experiencia.
Para el encuentro habíamos elegido un café cercano a la estación subterránea de la Línea B “De Los Incas – Parque Chas” El lugar era cálido y reconfortante. El sol del atardecer se filtraba en el recinto llenando a este de un aire tranquilo y, de cierta forma, embriagador.
Curiosamente Melo mostraba estar demasiado tranquila. Es algo extraño de ver ya que la gran mayoría de las personas que van a contar algo que, de alguna forma u otra, marco su vida con algo traumático suelen estar nerviosas o sentirse perseguidas. Luego de unos momentos de placida charla decidimos tocar el tema principal. Fue ahí cuando puse mi celular en modo grabador y empecé a escuchar su relato.
Durante quince años mi familia y yo convivimos con un espíritu – Inicio Melo la narración como tirando una bomba en la primera oración – Todo comenzó hace muchos años cuando mis viejos, mi hermano y yo nos mudamos a una serie de pequeños departamentos aquí en el barrio de Parque Chas.
Unos años después de la mudanza. Por cuestiones laborales, mis padres se vieron obligados a instalarse en otro barrio dejándonos en el departamento. Mi hermano pasaba mucho tiempo fuera de casa y solo nuestra mascota (Un pequeño gatito) era mí única compañía.
Al cabo de unos días – Parecía recordar la tranquila muchacha que estaba sentada en frente – empezaron a suceder las cosas “raras” en casa. Al principio fueron pequeños sucesos que apenas llamaron mi atención. Como, por ejemplo: Yo acostumbro dormir con la ventana abierta. Muchas veces cuando me despertaba por la mañana la misma estaba cerrada. Lo extraño era que la ventana era corrediza y lo mismo hace imposible que el viento o cualquier corriente de aire la cierre.
Luego de un tiempo acostumbrada a estos extraños hechos inexplicables le confesé a mi mamá lo que yo podía experimentar en casa ya sea todas las mañanas donde la ventana se cerraba o cuando notaba ciertas presencias o variaciones de temperatura en la casa.
Ella me contesto algo que me dejo pasmada – Prosiguió – Antes de irse ella se percató de este tipo de hechos. Según ella, al irse del lugar y siendo yo la más sensible en su ausencia, me transformaba a mí en la victima de esta extraña entidad.
Por eso mismo empecé a recopilar información sobre lo que pudiera haber sucedido en mi casa antes de que nosotros la habitáramos.
Según un vecino bastante antiguo del lugar, una persona mayor con algunos problemas psicológicos vivía en la que era nuestra casa. La mayoría de los conocidos de este personaje lo tildan de una persona de casi cuarenta años, pero con una forma de actuar de un niño. Muchos coincidían que tenía la costumbre de bañarse en el jardín a la vista de todos con una manguera y que, al hacerlo en una tarde de invierno, se enfermó de tal forma que falleció al cabo de unos días.
No puede ser casualidad – Prosiguió ella – de que este espíritu tenga la mentalidad de un niño o una persona con este tipo de discapacidad. Para que te des una idea. Una noche luego de la charla con mi mamá, estaba durmiendo y unos pasos en el pasillo contiguo me despierta. Al cabo de unos segundos noto una disminución en la temperatura de la habitación y siento como si alguien se sentara a mi lado en la cama. De hecho, el acolchado y el colchón se hundieron en un punto. Recuerdo que me asuste tanto de que a los gritos ordene que se fuera y me dejara sola. Acto seguido, la sensación de frió desapareció y el colchón volvió a su estado inicial. Efectivamente, al igual que un chico, el espíritu obedeció a mi autoridad.
También recuerdo que una noche estábamos haciendo na reunión con amigos míos y de mi hermano en casa. A eso de la medianoche un reloj se cae al piso en forma misteriosa haciéndose añicos. Cuando nos acercamos notamos que el clavo donde se sostenía seguía en su lugar y también que ningún tipo de corriente de aire pasaba por el lugar. Ahí note como si este “extraño ser” estuviera de cierta forma celoso o tratando de llamar la atención. Ahí otro comportamiento que desde mi punto de vista es de un chico también.
Lo peor sucedió una noche que me encontraba sola en casa (Generalmente siempre que se manifestó era cuando me encontraba sola. Mi hermano nunca sintió nada.). Estaba recostada leyendo en mi habitación cuando un ruido ensordecedor estalla en la oscuridad. Acto seguido la luz se corta dejándome a oscuras con el libro en la mano. Cuando pude hacerme de una linterna descubrí que, al igual que el reloj que te comenté, un cuadro había salido volando en una de las habitaciones. Luego ya bastante irritada fui a corroborar la térmica a la entrada de casa y noté que la misma no fue manipulada, sino que estaba en su posición correcta. Cuando entro y dejo el cuadro en su lugar la luz regresa y al cabo de unos minutos vuelvo a quedar con la casa a oscuras. Salí otra vez a corroborar la térmica y estaba perfecta. De todas formas, mi casa era la única que estaba sin energía. Segura de que otra vez el espíritu hizo de las suyas (En ese momento vivíamos solos en el terreno y era imposible que alguien me esté haciendo una broma de mal gusto) entre en casa a los gritos ordenándole que se alejara del lugar y me dejara en paz.
Extrañamente – La chica que estaba terminando su infusión, prosiguió – los sucesos paranormales en la casa dejaron de suceder. Ya no me sentía observada. No sentía aire frió en la casa y las ventanas y los cuadros amanecían siempre tal cual como los dejábamos la noche anterior.
Luego de unos años me fui de casa. Mi hermano quedo solo, pero él nunca fue sensible a ese tipo de energías. No sabría decirte si lo expulse de la casa o sigue viviendo entre esas paredes esperando a alguien que pueda captar su presencia. Pero de algo estoy completamente segura. Esa entidad, ese espíritu o como podamos llamarlo no era peligroso ni contenía maldad. Era como un niño travieso que hacía de las suyas.
Por fuera la luz de la luna se mezclaba con las luces del tráfico y de la vía publica. Fue imposible no seguir hablando un poco más sobre lo que podría ser esa entidad o como pudo haber llegado allí.
La noche era clara y la luna se alzaba luminosa en el horizonte. La misma brindaba una sensación de alivio. La misma era extrañamente cálida e ideal para caminar un poco y tomar aire fresco. Luego recordé de que estaba dentro de las enigmáticas y por antonomasia laberínticas calles de Paque Chas y que podía ser, por decirlo de una forma con un cliché más mitológico y fantasmal, peligroso deambular por ellas sin rumbo sin saber en que lugar las mismas, llenas de historia y folclores antiguos e inexplicables, me podrían llevar.
Fuente: Buenos Aires Obscura
viernes, 22 de diciembre de 2017
La Torre maldita – Leyenda Urbana de La Boca
El sol apenas había bajado. El aire era húmedo y tibio. Los refucilos, altos en el cielo incitaban a una tormenta mientras iluminaban el firmamento dándole un aura de extraña y terrible malignidad. En algún otro lugar de la ciudad el diluvio había comenzado.
Victoria, apresurada por la próxima tempestad caminaba al trote entre las serpenteantes y antiguas calles de La Boca. Su casa estaba cerca y quería buscar en ella un acogedor y seguro refugio ante la lluvia.
El cielo oscurecía vertiginosamente. Ya sea por la proximidad de la noche que acechante se acercaba como un animal salvaje en busca de su presa en forma agazapada o por las oscuras nubes que reinaban las alturas y tapaban la poca y ya frágil claridad del anochecer.
Cuando llego a aquella esquina. Cuando se encontró a mercedad de aquella torre misteriosa y fue cubierta por su sombra fue cuando sucedió lo increíble. Lo inexplicable. Una visión cruel y terrible que se marcó en su memoria por el resto de sus días.
Al principio fue un sonido – La chica me contaba del otro lado de la pequeña mesa de caoba oscura – El sonido inconfundible de vidrios rotos sonó alto sobre mí. Pensé que un viento fuerte había chocado contra alguna de las ventanas de esa extraña torre y la había quebrado. Pero cuando levante mis ojos no había nada extraño. Busque con la mirada algún indicio de lo que habría ocasionado ese ruido, pero no lo pude encontrar. El cielo ya estaba oscuro y las ventanas de los edificios ya irradiaban la iluminación de sus departamentos y oficinas. Luego no sé por qué, pero mis ojos fueron atraídos hacia algo que no había visto en toda mi vida. Una de las ventanas de aquella torre me mostro una figura terrorífica. Algo que no podré olvidar jamás.
Victoria se había quedado en silencio. El lugar donde nos encontramos era tenue. Un extraño tango sonaba desde algún rincón del recinto. Sus ojos verdes habían tomado una expresión terrible. Una expresión que podría materializar el miedo y el sufrimiento.
Aproveche el silencio para recorrer el lugar con una mirada fugaz. El bar estaba vacío salvo por dos personas mayores que se encontraban cerca de la entrada. Una mujer de mediana edad nos observaba de vez en cuando desde el otro lado de un mostrador de madera. El olor a café expreso inundaba la sala con una mezcla de otros matices de sabor. Finalmente le devolví mi mirada a esa chica de pálida tex y oscuro cabello que tenía delante de mí. Un crucifijo un poco extraño era rodeado por una cadena de plata en su cuello. Había tomado la compostura de aquel recuerdo. Sus labios pronunciaron una palabra. Un nombre… Clementina
Buenos Aires – Año 1910
El lienzo había abandonado su nívea blancura para tomar el color por millones de pigmentos. Líneas dibujaban formas y formas dibujaban rostros delante de un paisaje veraniego. La luz del cuarto era la indicada para una muy larga tarde de pintura. Las manos de la artista ya estaban cansadas y manchadas de varios matices de color cuando decidió asomarse a la ventana de su atelier y contemplar que el cielo claro del mediodía ya había dado paso a la oscuridad de la noche.
La joven muchacha se había quitado su camisa para ponerse una un poco más limpia con la idea de ir a buscar algo para comer. Era una costumbre caprichosa de la muchacha esperar al último momento para cruzar la calle al almacén de enfrente, comprar las religiosas empanadas de los jueves por la noche y el atado de cigarrillos.
Decidida contemplo su creación una última vez antes de salir y noto en ella algo extraño, algo que hacia un momento no se encontraba en aquel paisaje de verano que con tanta delicadeza había formado sobre la tela. En su lugar reinaba un paisaje Dantesco donde se encontraban extrañas criaturas como si hubieran sido sacadas de un relato de Poe. Las líneas que las dibujaban eran groseras, fuertes y desprolijas. Los ojos de las criaturas eran rojos sangre y transmitían indescriptible malignidad.
La muchacha. Extrañada y asustada, levanto su vista sobresaltada y no pudo evitar ser horrorizada por las extrañas criaturas que se encontraban, contemplándola fijamente, desde las sombras de el rincón más lejano de su taller.
Unos segundos más tarde. El estallido de un vidrio corto el silencio de la noche. Transeúntes que se encontraban en el lugar vieron a la joven artista saltar desde la ventana de esa torre y chocar horriblemente, destrozando su cuerpo, contra el pavimento de la calle.
La torre, de cierta forma, se erguía como un ídolo tenebroso en la noche. La luz de su atelier se cortó de golpe. Desde aquella ventana. Unos ojos oscuros y malicioso veían el cuerpo de aquella Joven artista ensangrentado en la acera unos metros más abajo.
La sangre brotaba de la joven a un ritmo vertiginoso. Los testigos y curiosos se acercaron al cuerpo inerte de aquella artista que llamada Clementina, que en la posteridad daría vida a una de las leyendas más famosas del Barrio Porteño de La Boca.
Unos días más tarde de aquel echo fatal, Eleonora, una prestigiosa periodista de la época se había enterado de ese episodio. Muy extrañada porque había entrevistado a la dueña de ese atelier hacia pocas semanas decide emprender una investigación exhaustiva para sacar algún dato de lo acontecido. Era muy extraño que una artista que empezaba a tomar cierta cuota de fama hubiera atentado contra su vida. Fue por eso mismo que no solo investigo sobre la historia de esa famosa torre donde se encontraba aquel taller dueño de un supuesto misterio, sino que le envió a un cercano amigo fotógrafo las placas fotográficas que uso aquel día cuando visito aquel lugar acompañada de la propia Clementina.
Unas pocas horas más tarde se encontraba dirigiéndose a la Localidad de Rauch en búsqueda de una poderosa estanciera llamada María Luisa Auvert Aurnaud, quien no solo era dueña de aquel edificio, sino que, según cuentan los rumores, había vivido ahí hace unos años y cierta noche había salido disparada a horas de la madrugada con su carruaje jurando no volver en esta vida ni en la siguiente.
Frente a Eleonora quien ya tenía todo preparado para realizarle su entrevista. La señora de Auvert empezó a relatar una historia con cierta cota magia:
– Todo comenzó cuando compré el terreno donde hoy en día se erige esa torre de Satán – Comento la estanciera ya entrada en bastantes años con unos ojos medio ciegos e inexpresivos – Había conseguido ese lugar a buen precio y decidí construir sobre el un complejo de viviendas para los inmigrantes que viven en la zona y no dejaban de llegar. El lugar fue levantado con materiales de primera calidad hasta el mínimo detalle. Los vidrios eran finos y delgados. Las pinturas llegaron del antiguo continente al igual que muchos de los materiales para la construcción de semejante obra.
Fue cuando di la orden de traer las plantas de mi antigua Cataluña (Región Española) que junto a estos preciosos especímenes llegaron esas criaturas del infierno.
Esas bestias viven entre las setas del balcón. Se alimentan de las plantas del lugar y hacen horribles travesuras. De hecho, pueden llegar a ser muy violentos y vengativos.
Para mí son duendes – Prosiguió la anciana – Una vez uno de ellos trato de atacarme arrojándome uno de los libros de la biblioteca. Y si mal no recuerdo había hipnotizado a un jardinero para que intentara cortarse las venas con una tijera. Por suerte los demás empleados llegaron a detenerlo y nos avisó sobre estos pequeños demonios cuando volvió en sí.
No me extraña que una chica se haya quitado la vida en aquel lugar. Esa torre era muy preciada para mí, pero era el punto de más actividad del edificio. Seguro estos pequeños serafines de Lucifer la convencieron del imperdonable pecado de quitarse la vida arrojándose de la ventana o, porque no, la hayan arrojado ellos mismos.
Eleonora dejo dar por cerrada la entrevista y volvió nuevamente a la ciudad a encontrarse con su amigo. Seguramente ya tendría reveladas las fotografías que había capturado en aquel atelier hace unos días cuando Clementina estaba aún con vida.
Fue cuando vio el preocupado y sombrío semblante de su antiguo compañero de diario que algo no andaba del todo bien.
Es algo que tienes que ver por ti misma – Le había dicho con cierto temor.
Eleonora vio entre las fotos del atelier una que destacaba del resto. Una captura terrible que era capaz de quitar la cordura inclusive a la mente más fuerte y sana.
La imagen mostraba un lienzo pulcro. Absolutamente limpio que más tarde sería la base de una obra de gran calidad. El mismo estaba fuertemente iluminado. Pequeños recipientes de pigmentos e instrumentos artísticos se encontraban por detrás en la fotografía. Fue lo que estaba debajo de aquel lienzo. En el centro de la misma. Lo que había captado poderosamente la atención era esas tres extrañas criaturas de ojos maliciosos y rostros puntiagudos. Pequeños seres diminutos que podrían ser pasados por duendes de algún bosque de la antigua Cataluña o como pequeñas criaturas sacadas de las profundidades del averno.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Barrio de la Boca – Año 2016
Victoria me había contado nuevamente cada detalle de su vivencia. Había jurado escuchar inclusive el grito fantasmal de Clementina al caer de aquella torre maldita. Ella conocía la historia al igual que yo y decidió comentarme su vivencia. Luego de un rato la charla se tornó más amena y toco temas diversos que tocaban desde alguna experiencia extraña hasta el cine de terror (Genero que ambos compartimos).
Las noches en la Boca son muy especiales. Tienen cierta aura misteriosa y magia en el aire. Son muchas las historias que se encuentran en este barrio de antiguos conventillos y pintorescos edificios colorinches. Pero la luna estaba alta y brillante en el cielo nocturno y debía de cerrar la historia.
Fuente: Buenos Aires Obscura
miércoles, 20 de diciembre de 2017
Relato Paranormal de Dock Sud – Historia de Fantasmas
Ubicado sobre la Av. Corrientes al 1669 se encuentra uno de mis Cafés Notables favoritos de la Ciudad. Estoy hablando del famoso “Don Victoriano”, que hasta el año 2016 era conocido bajo el nombre de “El Gato Negro”. El mismo es un clásico y tradicional bar y resto de Buenos Aires, emblema de la Avenida donde se encuentra y declarado “Café Notable y Patrimonio Cultural de la Ciudad”. Es además una de las principales casas de venta de especias y donde venden, a mi criterio, uno de los mejores café molidos y en granos que pude haber probado.
El lugar era preso de una ambientación pesada y afrodisíaca por un ambiente de finas especias y extraños sabores. Las mesas y el mostrador antiguo son parte de un hermoso mobiliario que te invitan a pasar horas ahí dentro degustando alguno de los tantos sabores de Té que podrías imaginar. (Nota: Recomiendo el de “Chocolate con menta”).
Frente a mi se encontraba una chica joven. No llegaría a los treinta años. Sus facciones eran delicadas, un aura curiosa desprendía de ella, una mochila con una serie de parches cocidos a hilo demostraba un curioso interés por los anime y los videojuegos. Este último gusto fue acentuado cuando un pequeño Game Boy morado se asomo de uno de sus bolsillos.
La chica decidió tomar un seudónimo para proteger su identidad. Ya que según lo adelantado, su historia abarcaría no solamente su persona, sino varios integrantes y vivencias extrañas de su familia a través de los años. Nunca sabré si dicho nombre de fantasía fue elegido por su Game Boy Color, por algún personaje de su infancia o por el curioso y divertido color que teñía su larga y lisa cabellera.
Fue hace muchos años – empezó a contarme Lila de forma segura, como si hubiera estado pensando todo el día en sus traumáticas y pasadas vivencias. – Cuando vivíamos con mi madre y su ex marido en un pequeño departamento de Dock Sud.
El Relato de Lila
I
Toda historia de terror que transcurre en una casa o un departamento inician, mayoritariamente, con una mudanza. Una familia que inicia un nuevo período en sus vidas en búsqueda de la felicidad. Lamentablemente, siempre hay un hecho que empieza a llenar de sombras este relato. Algo maligno que desde la oscuridad observa agazapadamente buscando una víctima con algún fin extraño y blasfemo.
La familia de Lila estaba compuesta por Mónica (Su madre), Patricio (Su Padrastro) y tres hermanastros cuyos nombres no es necesario mencionar en estas líneas.
Patricio había logrado alquilar un departamento dentro del barrio de Dock Sud. El mismo se encontraba en el primer piso de una casa que había sido modificada para tal fin. El lugar era pequeño pero acogedor y le llevó varios días a la familia asentarse en el lugar.
El espacio le brindaba al matrimonio su propia habitación, la entonces pequeña Lila también disponía de su propio cuarto que era lo suficientemente grande como para compartirlo cuando alguno de sus hermanastros (dos de un matrimonio de Patricio y un tercero de otro) venía a pasar unos días a la casa a visitar a su padre.
La casa se adecuaba a sus necesidades y les brindaba armonía y tranquilidad. Asi pasaron los días y los meses hasta que dos años se completaron en su totalidad. Luego, todo empeoro.
II
Era una noche fría de otoño. Lila se despertó con ganas de ir al baño por la madrugada. Le había costado dormir porque había escuchado a su mamá y su pareja discutir por la noche (Lo hacían en voz baja, pero ella tenía un muy buen oído). Cuando se destapó metió sus pies en unas pantuflas mullidas y se cubrió con un abrigo que tenía colgado a unos metros. Ella notaba que había algo distinto esa noche. Algo que la ponía nerviosa, que no la dejaba sentirse segura en su habitación. Ella no se sentía sola sino acompañada por algo que no podía ver ni tocar pero que la miraba desde algún rincón y desprendía en su habitación un frío seco y muy extraño. Dandole al aire del lugar una pesadez especial. Dándole un ambiente opresivo.
Sin prestar mucha atención, la niña salió de su dormitorio y se dirigió a la puerta del baño. Pero no llegó a ingresar porque al girar la cabeza con dirección al pasillo que daba al pequeño comedor distinguió a su madre sentada en la oscuridad.
Sin pensarlo dos veces Lila se sentó al lado de su madre. Ella fumaba y tenía la mirada perdida. La sentía ida, como si no estuviera con ella en las sombras de la pequeña habitación sino en algún otro lugar donde su cuerpo físico no podía dirigirse.
Asustada, la pequeña le presiono fuertemente el brazo y se lo tironeo varias veces. Luego de unos interminables instantes la mujer salió de sus hipnóticos pensamientos y dirigió la vista a su pequeña hija explicandole que se estaba quedando dormida y que no le pasaba nada extraño. Lila, en cambio, sabía que eso no era cierto.
Una vez ya ido al baño y tomado un poco de agua, su madre la acompañó a su cuarto y la arropo en la cama. Le dio un beso en la frente y llegado a la puerta le dijo algo extraño y para nuestra pequeña, bastante misterioso. Al parecer, la madre de Lila también sentía ese frío horrible. Pero sin prestarle mucha atención abandonó el cuarto dejando a la pequeña solamente acompañada de su pequeña luz de dormir.
Fueron varias las noches en las que Lila se despertaba a la madrugada. De a poco sentía que esa presencia empezaba a tomar mas fuerza, mas volumen físico. Al mismo tiempo de que notaba como su madre empezaba a cambiar el carácter y ciertos roces y peleas empezaron a brotar entre ella y Patricio, su padrastro.
Los sucesos fueron en aumento hasta que una terrible noche Lila despertó de golpe sintiendo entre el sueño y la vigilia como unas manos frías y antinaturales la tomaban con fuerza de sus piernas y luego de apretarla hasta hacerla lastimar la jalaron en forma inhumana arrojándola del otro lado del cuarto.
El grito de la pequeña fue tan poderoso que su madre y Patricio llegaron a su habitación en menos de veinte segundos. Esa noche Lila le contó a su madre lo sucedido y apenas se hizo de día ambas fueron juntas a una famosa bruja y curandera del barrio.
Pese a que los años pasaron y Lila era pequeña aún hoy recuerda aquel lugar. Un lugar frío y oscuro lleno de estatuas de diferentes cultos y religiones antiguas y desconocidas. El aire olía a incienso y cierta desconfianza y alerta inundaba sus sentidos. Luego de que esta señora la viera y escuchara su historia, recomendó sacar a la niña de esa sala para que puedan hablar entre adultos.
Ya del otro lado de la puerta Lila podía escuchar extraños cantos y sonidos de instrumentos. Se sentía mal por haber dejado a su madre con esa extraña mujer vestida de curiosos colores y plumas. Luego de unos eternos minutos sintiéndose sola acompañada solo por una estatua de un esqueleto macabro que más adelante conocería como “San La Muerte” su madre salió de aquel obscuro consultorio y se dirigieron a casa. Antes de llegar su madre le dijo muy plácidamente que ya nada le iba a pasar y que todo quedaría en el pasado.
Pero no fue así.
III
Luego de varias noches de la visita a esa extraña señora todo empeoraba en la casa. El matrimonio estaba sumido en peleas cada vez más fuertes y Lila no dejaba de sentir el frío creciente en habitaciónes de su hogar. Se sentía cada vez más observada y el dolor de cabeza no le daba tregua. Su madre, cada vez más distante, parecía enfermarse. La escuchaba eructar de forma extraña diariamente mientras que veía poco a poco como su piel tornarse cada vez mas palida.
Terriblemente asustada con la salud de su madre, Lila empezó a salir cada vez menos de la casa y a estar pendiente de la mujer que al mismo tiempo buscaba cada vez más la soledad.
Cada noche esa extraña entidad hacia ruidos, enfriaba el ambiente de una forma gélidamente horrible y molestaba en sueños a las dos mujeres de la casa dejando a Patricio de lado de tal curiosa forma que este no percibía su presencia en lo absoluto y culpaba en cada una de las peleas a su mujer diciéndole que usaba el tema para asustar a la pequeña.
Lila empezó a tener sueños macabros, donde figuras amorfas danzaban en su habitación y la lastimaban apretándole el cuerpo y tirando de su pelo. A la mañana siguiente, ella descubría extrañas magulladuras y lastimaduras en su piel. Mayoritariamente en sus rodillas y siempre la ropa de cama amanecía tirada en un lejano costado de su habitación.
Fue un día terrible, luego de una discusión familiar que parecía no tener fin cuando le pequeña vio a su madre meterse al baño de una forma horrible. Sin dudarlo dos veces Lila abrió la puerta del sanitaria y descubrió a su madre vomitando una extraña sustancia negra que se asemejaba al petróleo dentro del inodoro. El olor era nauseabundo. El frío ya era insoportable y algo en el ambiente las amenazaba constantemente. Les sacaba la poca tranquilidad y comodidad que podían tener. Esa misma tarde Mónica decidió abandonar esa casa junto a su hija para nunca mas volver dejando todas sus cosas en aquel lugar.
A los pocos días Mónica y Patricio se separaron. Nunca la pequeña Lila supo nada de él. Nunca volvieron a ese lugar tenebroso dejando ahí a ese espectro infernal.
* * *
Luego de unos años – Prosiguió Lila ya siendo una mujer – mi madre conoció a otro hombre. Se casaron y él me dio su apellido. Nunca volví a vivir cosas tan horribles como lo que pase en aquel departamento de Dock Sud. Pero al mismo tiempo no hay una noche en cual no recuerde esa pesadilla y en la que pueda dormir a oscuras.
Los olores de las especias de El Gato Negro (Prefiero el antiguo nombre de ese bar) impregnaban nuestras narices de una forma increíble. Los clientes ya se habían renovado varias veces desde que empezamos con la charla y la misma no parecía tener fin. Temas como los fantasmas hogareños, los exorcismos caseros y ciertas creencias religiosas avivaban el fuego de la conversación.
Aquella tarde Lila me contó algo curioso. Me confesó que cuando nació lo hizo con el saco amniótico intacto. Esto significa que en el momento de su nacimiento ella se encontraba fuera de su madre en misma protección que tenía dentro de ella. No es algo muy común y tiene una visión religiosa de protección. Comúnmente los niños nacidos de esta extraña manera poseen la protección del “Manto de la Virgen”. Así que probablemente esta curiosa protección junto a su fe lograron que esa cosa blasfema no le pudiera hacer el daño deseado.
También me contó algo que su madre le confió años más tarde cuando Lila tenia la mayoría de edad. Aquella tarde de años atrás donde la extraña hechicera se quedó a solas con Mónica le hablo sobre una maldición causada por una ex mujer de Patricio. Al ser este no creyente de lo paranormal y de este tipo de cosas, aquella fuerza oscura y con terribles propósitos rebotó en su madre trayéndole oscuros presagios siempre y cuando su matrimonio fuera sólido.
Cuando ya Lila abandonó el lugar para encontrarse con su pareja me quedé unos instantes a acomodar mis cosas. Guarde mi celular luego de corroborar que todo el relato estuviera allí grabado, pague la cuenta de lo consumido y aproveché mi estancia en aquel mítico y notable lugar para comprar un poco de café molido.
La noche estaba ganándole al día en la Ciudad de Buenos Aires. Los restaurantes y grandes pizzerías de renombre, las librerías y todos los locales iluminaban la mítica calle Corrientes. Calle de Buenos Aires donde algunas de sos baldosas dejaron inmortalizados a muchas estrellas de nuestra cultura popular.
Fuente: Buenos Aires Obscura
martes, 19 de diciembre de 2017
El Hombre Lobo De Almirante Brown – Relato Urbano de la Provincia de Buenos Aires
EN ALGÚN LUGAR DE BUENOS AIRES, 60 AÑOS ATRÁS.
El corazón de “Don Pedro” estaba al límite del colapso. Su mente galopaba a miles de revoluciones por minuto. Su cuerpo estaba al borde de desfallecer mientras lo único que escuchaba era su rápido correr por las calles de tierra y piedras.
Había sido testigo de lo imposible. De una mística locura extirpada de un cuento de horrorosa fantasía. Él sabía que lo que había visto era real y no producto de una imaginación influenciada por algún tipo de droga o bebida.
Las calles del actual Barrio de Adrogué estaban vacías en la oscuridad de la noche. El silencio era absoluto. El pobre hombre se encontraba tan mareado y fatigado que cayó al piso. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos. Sabía que ese animal estaba a sus espaldas y que su muerte estaba asegurada. Había perdido la carrera que le permitiría seguir con su vida. Decidió cerrar los ojos con fuerza. Solo esperaba el dolor, el terror…. La muerte.
Fue en ese momento cuando un aullido ensordecedor acaparo la noche. Luego, todo fue oscuridad.
ACTUALIDAD
El sol se encontraba en lo alto del cielo cuando yo decencia del tren Roca en la estación Ferroviaria de Adrogué. La misma, situada en la zona sur de la Provincia de Buenos Aires se destaca por encontrase entre una tranquila y pintoresca plaza de barrio muy bien cuidada y una serie de locales de los más atrayentes. Un Barrio más que recomendado para ir a pasear un sábado por la tarde o hacer algunas compras.
No demore en encontrarme con “Don Pedro”, quien me esperaba con un chico de alrededor de doce años en uno de bancos de la Plaza San Martín. La mirada del hombre era intranquila. Unos ojos oscuros, debajo de unas cejas superpobladas, me miraban fijamente.
El chico, quien más de ser un niño era ya un adolecente observaba la pantalla de su celular como si se encontrara en trance. Al parecer había escuchado más de un millón de veces lo que se me iba a comunicar, o simplemente, carecía de su interés.
DON PEDRO: “Mira Pibe, gran parte de lo que me paso te lo comente por teléfono, yo me encontraba caminando hacia mi casa de noche cuando esa bestia salió de la nada. Yo juro por la Virgen santísima que esa cosa era un Hombre Lobo”
El hombre Lobo (o licántropo) es una persona que posee la cualidad de transformarse durante las noches de luna llena. Todos los relatos, desde la antigüedad hasta hoy, lo describen como una criatura hibrida humanoide con rasgos de lobo y cubierto de un vello espeso. Puede aullar al igual que las criaturas de la noche y desplazarse a una velocidad increíble en su estado de transformación. Otros, un poco más escépticos, tildan al hombre lobo como un ser común y silvestre que fue concebido como el séptimo hijo varón consecutivo. También se dicen que aquí en Argentina, el Presidente de la Republica es quien apadrina a este “Lobizón” en consecuencia de la Ley de padrinazgo presidencial N°20.843 (Quien también contempla a la séptima hija mujer).
Don Pedro, quien me repitió nuevamente la historia no pudo profundizar mucho más en ella. Salvo un mínimo y peculiar dato.
“Fue también hace muchos años – Continuo el Anciano – cuando muchos vecinos de aquí en el Barrio de Mármol quisieron dar caza a la bestia. Recuerdo que los hombres se turnaban para patrullar desde las terrazas de las casas y hasta estaban armados. También recuerdo que luego de unas noches descubrieron que la “supuesta” bestia era un perro que había contraído una supuesta enfermedad que lo volvía loco en las noches de luna y se le daba por despellejar a los árboles con sus dientes y aullar como loco. Al día siguiente los vecinos increpamos al dueño para que lo ate y no lo deje salir de su casa. Al rehusarse no tuvimos más alternativa que sacrificarlo.”
Confieso que Don Pedro me había tirado el mito por el suelo. La probabilidad de que un perro rabioso o influenciado por alguna locura en las noches de luna era altamente segura. Quizá su relato del Lobizón era producto de algún desgaste en los recuerdos de ese hombre por consecuencia de avanzada edad. Opte por revolver un poco más en sus memorias pero mucho no pudo decirme. De los que llegaron a escuchar o ver a la bestia ya muchos habían muerto salvo…
“¡Francisca!… – Dijo el anciano como acordándose de ella de golpe – Ella, al igual que yo, vio al animal. Si queres podemos ir a verla ya que está a unas cuadras de acá.
La casa de Francisca era acogedora, pequeña pero con un impregnante aroma a jazmín que se colaba por una ventana que daba a un pintoresco y prolijo jardín. Fotos amarillentas pero llenas de momentos felices decoraban el sitio. La anciana de unos setenta años parecía confusa por el hecho de que un viejo amigo y un desconocido habían abordado en su hogar para recordarle uno de los momentos más horribles de su vida.
Francisca: Si, recuerdo al hombre lobo. Era una noche de luna llena de hace muchos años atrás. Era una noche de viernes. El barrio era mucho más oscuro y desolado en aquellos días. Yo venía acompañada por mi marido quien me había ido a buscar a lo de mi amiga. Eran pocas cuadras y las calles eran tranquilas. No ahora que te matan por un teléfono. Pero mi marido, que en paz descanse, era un caballero. Fue acá en la esquina cuando una mezcla de hombre y animal nos confronto. Esa cosa rasguño al pobre David (Intuyo que se refería a su marido) y una vez que me puse a gritar y se prendieron las luces de las casas vecinas el animal huyo como un cobarde. Mucho no lo recuerdo. Pero te puedo decir que no era un hombre. Lo parecía… pero no lo era. Tenía mucho pelo y claramente estaba desnudo. Sus dientes eran enormes y sus garras mucho más. Media como dos metros. Hubiese jurado que era el Diablo.
Una hora más tarde me encontraba solo con mis pensamientos en una famosa casa de panqueques cercana a la estación ferroviaria. Era un lugar calmo que me permitía pensar y meditar sobre lo vivido en el día.
Mi búsqueda se centralizo en un licántropo. Un hombre lobo que atacaba y merodeaba por la hermosa zona de Mármol y Adrogué. Lugar que siento como mi segundo hogar por lazos familiares. La teoría de aquella bestia era muy fuerte y tangible. Las pruebas eran pocas pero las suficientes como para iniciar un mito urbano. Eso era motivante.
Claro, la posibilidad de que fuera mentira. Que tan solo sea imaginación de dos ancianos. Que fuera un perro grande en vez de una criatura fantástica era probable también. ¿Pero acaso no se trata de eso un mito urbano? ¿El beneficio de la duda? ¿El creer o reventar?
Yo elegí creer. No solo porque hay muchas referencias a la licantropía sino porque es la mejor forma de honrar la memoria y experiencias de aquellos ancianos y plasmarla en esta página. ¿Acaso no viene de ellos las mejores historias y experiencias?
Di un último sorbo a mi café y cerré el cuaderno de anotaciones que me acompaña a todos lados (Un gran compañero de aventuras). Pedí la cuenta y emprendí el regreso a casa. No pude evitar revisar en mi agenda el ciclo lunar de aquel día. El dibujo era el contorno de un círculo perfecto. Me encontraba en el ciclo lunar de luna llena. Este pequeño pictograma desde el papel parecía implantarme una duda. Un desafío a la curiosidad que me ha llevado a muchos lados y aprender muchas cosas más. Decidí no cerrar esta investigación para darle continuidad en algún futuro.
La estación de Adrogué estaba desierta. Las luminarias empezaban a irradiar luz artificial al descender el sol de la tarde. Saque los auriculares de mi bolsillo y los acople al celular (Otro gran compañero de aventuras). La música inundo mis oídos. Me entregue a ella y continúe el regreso a casa deseando desde un rincón muy adentro mío, llegar a mi hogar y santuario una vez la luna irradie desde lo alto del cielo su plateada luz sobre la tierra.
Fuente: Buenos Aires Obscura
lunes, 18 de diciembre de 2017
Fantasma en Lavallol, Buenos Aires
Marcela se sentía agotada. Había decidido mimar a sus hijas con uno de sus platos preferidos, pero no había calculado lo laborioso que eran. La atmósfera de su cocina está impregnada de especias y adobes y el horno le brindaba una temperatura pesada y calurosa. La sarten donde una salsa se cocinaba de a poco llenaba de aromático vapor el recinto. La luz que pendía sobre su cabeza titilaba de a poco.
La cabeza de la mujer estaba a mil por horas. Pensamientos (mayoritariamente malos) se a galopaban en su cabeza como una emboscada que pretendía embestirla y darle un ataque de nervios. Su divorcio prematuro, los problemas del trabajo, el cuidado de las chicas, el perro que cada día rompía algo nuevo en la casa o en el jardín y ahora la nueva amiga imaginaria de Mica, quien empezó a jugar con ella luego de unos días donde su divorcio con Nicolás se había concluido. Tenía ganas de llorar, gritar y maldecir a los cuatro vientos. Pero no iba a solucionar nada con ello. Quería que estar fuerte e integra para las dos pequeñas. Lo único que le brindaba luz a su corazón. Un amor y una energía poderosa que solo aquellas que son madres pueden comprender.
Fue luego de unos instantes cuando unos ojos llorosos y nerviosos la sacaron de sus pensamientos y la llevaron nuevamente a esa cocina. La pequeña Paula la miraba de una forma extraña. Su piel infantil estaba pálida y sudorosa. De hecho, su miedo y parálisis era tal que la madre se vio obligada a sacudirla levemente para que pronunciara palabra.
Al parecer, según lo que le relataba entre cortadamente la pequeña niña rubia de ojos saltones, su hermana y ella estaban jugando con Monica (La amiga imaginaria de Micaela). Al principio el juego fue lindo e inocente. Hablaban y cantaban canciones infantiles y movían sus muñecas al son de las mismas. Pero cuando Mica quiso jugar con la Tablet la niña “pálida” (Esta palabra sobresalto a la madre de las chicas) se había enojado. Ella odia la tecnología y quería volver a jugar con las muñecas. Pero como Mica no le hacía caso y Paula no tenía ganas de jugar sola con la extraña visitante esta última se enojó con ambas. Su odio fue tal que, según la pequeña Paula, tomo el control de su hermana y la obligo a ir al baño. Tomar detrás del espejo las pastillas de mama y meterse en la boca todo su contenido.
Marcela, anonada y con un revuelto en el estómago le ordeno a la pequeña Paula que se quedara en la cocina. Sus nervios estaban al límite. Pensaba en lo que el doctor le había informado sobre la pequeña Marcela. Era normal en ciertos chicos que pasan por un estrés fuerte como una separación de sus padres una niña generara una amiga imaginaria. Pero también el doctor le dijo que no iba a ser peligrosa en ningún sentido. Lo que era extraño y nunca se había percatado era que su otra hija también podía verla.
La madre subía fuerte y rápidamente las escaleras. La habitación de las niñas se encontraba en el fondo del pasillo. La penumbra en el primer piso era absoluta. Era extraño, pensó la madre, ya que las chicas odiaban la oscuridad y ella se encargaba de que las lámparas funcionaran prácticamente en todo momento. Sus lágrimas inundaban sus ojos en cada paso. Su corazón iba a estallar. Sus nervios estaban al límite de lo racional y abrazaban la locura. Se preguntó para sus adentros sobre aquella niña imaginaria y cómo demonios habría llegado a sus vidas. Porque la pequeña Mica habría tomado esa horrible decisión. No era propio de una niña de su edad.
Llego frente a la puerta cerrada. Poso la mano sobre le picaporte, pero no podría abrirla. Era como si una fuerza invisible y terrible no la dejara avanzar. Volvió a intentar girar el picaporte nuevamente, pero la puerta no se movía un milímetro. Horrorizada escucho como el mecanismo de la puerta funcionaba a la perfección. Había algo o alguien del otro lado que no la dejaba entrar. Se sentía sumida en la desesperación. Mica estaba del otro lado de la puerta necesitándola. Trato de poner su mente en blanco para resolver el horror que vivía. Sin pensarlo se dirigió a su propio cuarto. Sin siquiera prender las luces empujo con una patada en seco la cama contra el placard. Se subió en ella y extendiendo un brazo sobre el mueble sintió el frió tacto. Hoy más que nunca agradeció para sus adentros que Nicolás, su ex esposo, le enseñara la completa manipulación de un arma de pequeño calibre.
Impulsada con la fuerza de mil infiernos volvió a al pasillo con el arma en mano y apunto a la cerradura de la puerta de tal manera que la bala no ingresara a la habitación. Poco le importaba el efecto rebote de la misma. Si ella sufría una herida sería mala suerte.
El sonido del disparo retumbo en toda la casa. El llanto de su hija en la planta baja al escuchar el disparo fue tan fuerte que inundaba por completo la vivienda. Marcela sudaba nervios, adrenalina y terror. Sin saber porque soltó el arma al piso y empujo de tal manera la puerta del cuarto de las chicas que la misma pego contra un mueble de melanina abollándolo. Ya se encontraba dentro de una habitación completamente a oscuras.
Cuando el interruptor de luz genero la iluminación en aquel lugar dio lugar a un paisaje terrible. El cuarto estaba desecho. Muñecas se encontraban por todo el piso y papeles con dibujos infantiles inundaban las paredes. Opuesto a ella, apoyada contra la pared se encontraba la pequeña Micaela. Sus ojos estaban desorbitados, espuma caía por su boca y su cuerpo entero se convulsionaba de una manera horrible.
La madre sin pensarlo fue en búsqueda de su pequeña. La agarro en sus brazos mientras que pensaba en la ruta al hospital más cercano. Tanteo como pudo sus bolsillos y para su alivio comprobó que las llaves del auto estuvieran ahí. Sin pensarlo. Solo por un instinto maternal corrió como nunca antes hacia la planta baja. Solo se retuvo en las escaleras para evitar caer con su hija en brazos. Lagrimas cargadas de miedo caían resbaladas por sus mejillas sin cesar.
Llamo a gritos a su otra hija para que saliera de la casa y las esperara en el auto. En ese momento, cuando la niña Paula abandono la casa las luces de la misma empezaron a prenderse y a apagarse continuamente. Marcela fue presa del horror. No porque las luces se comportaban de forma extraña. Sino por lo que había visto en el descanso de la escalera.
Fue por unos segundos, por una muy pequeña fracción de tiempo. Nunca podrá saber si fue testigo de algo macabro y fantasmagórico o de una mala pasada de sus nervios. Pero cuando las luces se empezaron a prender y apagar en la vivienda no pudo evitar mirar nuevamente hacia el pasillo de arriba de las escaleras. Algo la obligo a dirigir su mirada a aquel lugar. Fue en ese instante cuando su corazón se comprimió y casi se detuvo. Sintió como si su corriente sanguínea hubiera bajado una buena gran cantidad de grados drásticamente. Esta madre que en sus brazos tenía a su hija debilitada de muerte contemplo lo que más tarde catalogo como el máximo de los horrores.
Una niña de una palidez marmórea la observaba desde el alto de su escalera. Una boca putrefacta mostraba una sonrisa infernal y macabra. Unos ojos muertos se burlaban de ella desde las sombras. Su cuerpo era vestido por un guardapolvo escolar en absoluta decadencia. Las manchas de sangre inundaban sus vestimentas al igual que los girones de su ropa destruida. Un aura negra y visible recorría su silueta fantasmagórica que, inmóvil desde aquella altura, contemplaba la escena como un dios de la noche eterna.
Marcela se obligó a volver en sí. Decenio los tres escalones después del descanso y sin siquiera cerrar la puerta de entrada salió hacia la noche. Vecinos que habían escuchado el llano de la niña y el disparo anterior se juntaron en la vereda de la casa observando como una madre pálida ingresaba en su vehículo y lo sacaba hacia la calle a una velocidad increíble perdiéndose en la noche.
MESES MAS TARDE
El obelisco porteño brillaba bajo la noche. Las luces que lo iluminaban lo hacían ver como un níveo ídolo que desde sus porosos muros transmitía elegante y mítica majestuosidad. A sus pies, cientos de personas transitaban alborotadamente en varias direcciones sin deparar atención mínima en él. Uno de los emblemas arquitectónicos de nuestra Buenos Aires.
La plaza de la República. Ubicada a los pies de esta blanca estructura de poco más de ochenta años, era antaño terreno de una Iglesia dedicada a San Nicolás de Bari, donde en el año 1812 izo oficialmente por vez primera la Bandera Argentina en Buenos Aires. Este acontecimiento fue luego perpetuado en la cara norte del Monumento.
A no más de cincuenta metros me encontraba esperando a Luciana, una chica de mediana edad que se comunicó conmigo en forma privada con la intención de contarme una misteriosa historia de fantasmas que trascurría en el partido de Lavallol (Provincia de Buenos Aires).
Lo adelantado en forma digital fue poco pero lo suficientemente atrayente para que a la brevedad concordemos un encuentro. A mi criterio, si las palabras “fantasma”, “niña” y “colegio” se encuentran dentro de la misma oración es suficiente para hacerme dirigir a casi cualquier lado.
Faltando ya unos quince minutos de la hora acordada mi testigo se materializo ante mí a una velocidad increíble. Habíamos agendado en vernos luego de su horario laboral, pero al parecer salió unos minutos antes de su oficina El lugar del encuentro era una casa de comidas rápidas situada en la esquina de Corrientes y Nueve de Julio.
La señorita, que a simple vista parecía trabajar dentro del ámbito jurídico se sentó frente a mí. Un flequillo pelirrojo ocultaba una mirada nerviosa y cansada. Su respiración denotaba que había corrido o caminado muy ligero para llegar. No pasaron ni dos minutos desde el primer sorbo de café que ella empezó a relatarme una historia.
La misma era sobre una mujer y sus dos hijas. Al parecer una extraña entidad había corrompido o posesionado a una de las pequeñas para luego desatar en la casa un terror absoluto. Lo último que se supo era que Marcela (La mujer de la historia) había salido corriendo de su casa a los gritos con su hija en brazos y luego de subirse al auto desapareció en la noche. Los vecinos nunca más vieron el rostro de Marcela por el barrio y la casa fue puesta a la venta a la brevedad. Al parecer la madre de las dos criaturas se había asustado de muerte.
Confieso que mi primera reacción fue de sospechar sobre la veracidad del relato. El mismo tenía clichés sacados de las típicas películas de terror sobre posesiones demoníacas contemporáneas. Pero había algo en la mirada de mi testigo y en su tono de voz que indicaba realidad. Que no eran locas ideas sacadas de filmes como “El Horror de Amityville” y “El Conjuro”.
Luciana empezó a relatarme lo que se consideraba como el inicio de la historia. Al parecer una pequeña de niña de poco más de siete años había acabado con su vida saltando al vacío desde el tejado de su escuela. Nunca se supo si esta menor fue obligada, inducida o simplemente algo en su infantil mente no adulta le hizo tomar semejante y drástica decisión.
El mismo había ocurrido hace casi 15 años en una de las escuelas cercanas a la estación ferroviaria del mismo Partido. El nombre de la víctima nunca se dio a conocer y todo fue tapado con el máximo profesionalismo posible. Muy pocos son los que hoy en día en el Barrio que conocen la historia de la famosa niña fantasma de Lavallol.
Lo que comúnmente se habla en el lugar es sobre que aquella escuela pose una maldición. Muchos alumnos, profesores y personal no docente aseguran haber visto por lo menos una vez la forma fantasmal y difusa de una pequeña jugando en las aulas vacías, moviendo pupitres por las noches y haciendo toda clase de travesuras que a un simple mortal podría llevarle un problema cardíaco. Prometí no dar a conocer el nombre de la institución, pero basta simplemente con acercarse a las inmediaciones y preguntar un par de veces para que la historia de la escuela con la pequeña fantasma salga a la luz.
Ahora. Pocos conocen que en las proximidades de ese edificio ciertas personas disponen de la capacidad sensitiva de poder ver a esta entidad en sus propias casas y, al parecer, no se comporta como una niña pequeña sino pose habilidades completamente malsanas.
La protagonista de esta historia no es más que la propia Luciana. La chica que tenía sentada delante de mí y empezaba a mostrar señales de nerviosismo en sus ya visibles y cristalinas lágrimas.
Lo siguiente tiene lugar durante el mes de Marzo del presente año (2017). Ella vive sola en su pequeño departamento situado en las inmediaciones de la estación ferroviaria Barrio. Entre su vida laboral y académica, Luciana apenas tiene oportunidad de poder pasar tiempo por su casa. Un lugar que más allá de verlo como un hogar lo ve como un sitio transitorio que apenas usa para dormir, asearse y estudiar.
Quizá por este tipo de vida tan acelerada y movida. Nuestra protagonista no noto los extraños acontecimientos cuando empezaron sino cuando ya los mismos tomaron una dimensión considerable. Ella no notaba que la temperatura ambiental era extrañamente baja y que un rancio y pesado hedor de a poco se empezaba a sentir en su pequeño mono ambiente.
Una noche despertó a causa de un fuerte ruido. Entre una mezcla de miedo y confusión capto que el sonido había venido desde dentro de su hogar. Al prender la luz encontró diezmado por el piso los objetos que había acomodado la noche pasada dentro de su cartera. Ese fue el principio del terror. El extraño frió se pronunció noche a noche hasta transformar su refugio en un lugar gélido y casi inhabitable. Lo más extraño y aterrador era ella y solo ella podía notar ese cambio de temperatura.
Luego de visitar a un vidente llevo a cabo un pequeño ritual. Pero el mismo no había dado frutos. De hecho, esa mezcla de oraciones y velas pareció enfurecer aún más a la entidad y desataba su rabia encargándose de que ese lugar fuera cada vez más incómodo. Al parecer, buscando en Internet información sobre estos hechos tan extraños se topó con una página de mitos y leyendas urbanas donde, entre sus historias aparecía un caso similar. Sin siquiera pensarlo dos veces navego al apartado de contacto del sitio y relleno su formulario con las cosas que pasaban en su casa y lo que había escuchado en el barrio cuando comento a sus vecinos su extraña vivencia. Acto seguido, en algún lugar de Lanus, un celular se ilumino dando lugar un pitido que indicaba la llegada de un correo.
Ella termino su historia casi al borde del llanto. Ya eran aproximadamente las nueve de la noche cuando abandonamos el restaurante y nos internamos en la boca de subte camino al sur. Compartimos el recorrido hasta la estación Lanus. Durante el trayecto decidí platicar de banalidades y no enroscar más a mi entrevistada. Ya que ella se tendría que dirigir sin remedio a ese lugar donde algo ya la estaba esperando.
Ya en casa y luego de un baño reparador opte por sentarme en la computadora y buscar algún caso similar entre el de todos mis testigos y confidentes. Al parecer Luciana vivía con un tipo de entidad espectral con la suficiente fuerza de poder mediante fenómenos poltergueist no solo enfriar el ambiente sino hacer volar pequeños objetos por los aires.
El gran problema es que el peso que podría tener una cartera de mujer llena de cosas es seguro muchísimo mayor que el que pueda poseer un cuchillo o cualquier otro objeto punzante que podría salir disparado y llegar prácticamente a cualquier rincón dentro de un mono ambiente donde la cama está a solo metros del cajón de la alacena.
Sin dudarlo tome mi celular y marque el número de la chica que había visto hace unas horas. Le explique mis temores y le pedí que por favor sacara todo objeto peligroso de la casa y lo llevara al jardín que comparte con los demás departamentos. También le pedí que me mantuviera al tanto sobre cualquier cosa que sintiera durante la noche.
Al cabo de dos horas recibí la primera llamada. Según ella la temperatura había bajado drásticamente unos siete u ocho grados y el aire se sentía extraño y pesado. Le recomendé salir de ese lugar y pasar la noche en lo de algún familiar pero al encontrarse su familia en la Provincia Córdoba a muchísimos kilómetros de distancia y no tener suficiente relación con nadie, debía pasar la noche ahí. Con “eso”.
La segunda llamada fue alrededor de las dos de la mañana. Por suerte me encontraba despierto y pude atender a la brevedad. La voz del otro lado estaba nerviosa y llorosa. Esa cosa había cruzado la línea y la había tirado de la cama de un empujón mientras dormía.
Mi respuesta fue directa y clara. Quedarse despierta escuchando música con todas las luces prendidas sería la mejor forma de combatir esa presencia. Durante la mañana nos encontraríamos nuevamente en la estación de Lavallol y me guiaría a su casa. Quería conocer al monstruo disfrazado de cordero.
Aproximadamente a las once de la mañana siguiente me encontré con Luciana. La muchacha mostraba unas ojeras descomunales en su rostro y se encontraba al borde del llanto. Caminamos juntos hasta su casa mientras me confesaba los sucesos de los que había sido víctima esa misma noche. Al parecer esta cosa tenía un poder mayor al esperado y no solo había arrojado pequeños objetos al rostro de la joven durante la madrugada sino que le había hablado y maldecido diciéndole toda clase de perjurios. Esto último fue lo que la hizo decidir a abandonar aquel lugar en medio de un contrato de alquiler y volver a su Provincia natal con la idea de olvidar y alejarse de ese lugar y su extraño habitante.
Una vez en la puerta del mono ambiente la chica se paró en seco y con una mirada perdida giro la llave en la cerradura. La puerta se abrió lentamente dando lugar a un paisaje completamente abrumador. El piso del lugar estaba lleno de papeles destrozados y vidrios hecho añicos. Un olor rancio inundaba esa morada invitando al visitante a alejarse ante el hedor. Pero el frió, ese frió que pertenece únicamente al frió de los muertos y las almas perdidas, era lo más aterrador.
Durante toda mi vida y desde muy temprana edad conviví con todo tipo de fenómenos y visiones. No sé si considerarme una persona hipersensible, pero tengo ciertas facultades de poder detectar todo tipo de presencias (Entre otras cosas). Y en aquel lugar claramente se encontraba el espíritu de un muerto con muy malas intenciones.
Basto que diera el primer paso dentro de aquel lugar de pesadillas para que mi cabeza fuera presa de un aplastamiento y dolor abismal. Mi piel sintió el frió del ambiente y respondió poniendo en alerta a mi cerebro. Dirigí mí mirada a Luciana que me espiaba extrañada desde fuera del lugar y le pedí que no entrara. El recinto era claramente peligroso.
Sin tiempo que perder inspeccione el lugar en búsqueda de algún utensilio o marca evocadora. Quizá algún objeto animal o vegetal dejado por alguna persona con el fin de dañar. Pero pese al desorden. Ni objeto, ni marca, ni parte humana o animal de cualquier forma o tamaño descansaba entre esas paredes. Eso era clara señal de que una presencia se había instalado por propia voluntad y fuerza cuyo único fin de dañar o ahuyentar a mi testigo.
Envalentonada por mi invasión en su casa, Luciana entro rápidamente y sacando un bolso oscuro de gran tamaño de un placar empezó a tirar todos sus objetos personales en él. Claramente no tenía la mínima intención de estar ahí dentro ni un minuto más.
Ya me había acostumbrado al frió y punzante dolor de cabeza cuando terminamos de empacar las últimas fotos y otros objetos personales. Miramos muy velozmente que nada hubiera quedado en el lugar cuando sentimos un inexplicable olor a gas. Sin siquiera dudarlo me acerque al anafe que se encontraba sobre la mesada de granito al lado de una pequeña y reluciente bacha de acero. Misteriosamente (o no tan) la llave del gas se había abierto en su totalidad inundando de a poco el ambiente de ese somnífero olor. Una vez puse mi mano en aquella llave y la cerré note como una pequeña fuerza realizaba un movimiento contrario al mío tratando así de volver a liberar la mortífera sustancia gaseosa. Le pedí a la ya horrorizada chica de cabello fuego que saliera del lugar y cerrara el tanque de gas que alimentaba el anafe.
Una vez afuera de aquella habitación fue cuando paso lo más extraño. Estábamos ya dispuestos a retirarnos cuando hacemos una última revisión. Fue muy gracioso para mí descubrir que no solo mis llaves, sino mi celular que se encontraba dentro de un protegido bolsillo habían desaparecido ahí dentro por arte de “magia”. Esa maldita cosa quería hacerme entrar nuevamente y el celular, junto a todo su valioso y sensible contenido, valía el intento.
Una vez deje a Luciana en la calle con sus pertenencias volví a cruzar el pasillo y a entrar a aquel recinto. Deje la cerradura abierta con la llave puesta desde dentro y una pesada maceta en la línea de la puerta por medida de seguridad. El frió adentro ya era demasiado y un olor putrefacto muy parecido al de un cuerpo en estado de descomposición supuraba desde las entrañas del lugar. Fue muy gracioso ver mis llaves sobre una silla que habíamos dejado a poco más de un metro de donde reposaba ahora. A paso decidido me acerque a ellas y las tome en mis manos. Mi mirada volaba por todo el lugar buscando mi pequeño teléfono blanco pero no lo veía. Claramente no quería que lo encontrara tan fácilmente.
Metí mi mano diestra en el bolsillo de mi pantalón y retire el teléfono de la chica que me esperaba afuera de aquel lugar. Oprimí el botón para llamar al último contacto y viendo mi nombre en el display lo guarde nuevamente y me dispuse a escuchar. Luego de unos segundos. Una melodía parecía sonar desde debajo de la cama.
Ya un poco más molesto con aquel espíritu me acerque a ella y me puse de rodillas. No fue necesario introducir mi brazo debajo del somier de una plaza porque antes de hacerlo mi móvil salió disparado desde debajo de la misma hacia mi mano. Confieso que aquel acto de bondad me dejo un poco extrañado.
Me pare lentamente obligando a mis sentidos a estudiar el ambiente. Algo había cambiado. Claramente la entidad tomo la fuerza necesaria en las últimas horas y lo había demostrado a través de los múltiples fenómenos poltergueist. El aire era pesado. El ambiente era frió y opresivo. El solo exhalar un poco de aire de mi boca materializaba una pequeña nube de frió. Sabía que algo no andaba del todo bien ahí dentro y solo me resto volver mi mirada hacia mi espalda para descubrir porque.
Frente a mí se encontraba una figura translucida. Un aura negra rodeaba la silueta de una joven de no más de siete u ocho años. Un rostro marmóreo, unas cuencas vacías me miraban fijamente mientras que una boca podrida y llena de sangre vieja y putrefacta me sonreía desde la pared opuesta.
¿Cómo describir a un ser semejante? ¿Cómo describir a una criatura que parecía salida del mismísimo infierno de Dante? Su ropa gastada ya echa harapos estaban podridos y sucios. Sus pies esqueléticos descalzos y sus rodillas partidas dejando ver sus huesos salir de la carne fantasmal. Su mirada muerta y vacía no desprendía más que odio y resentimiento. Sus manos esqueléticas se mecían lentamente y sostenían lo que parecía ser un muñeco horrible.
La puerta de entrada se movió rápidamente buscando cerrarse. Pero la pesada maseta que use para trabar la abertura había cumplido su cometido. Volví en mí rápidamente despegando la mirada de aquellos ojos vacíos. Me dirigí a la puerta luchando conmigo mismo para no ver a aquella malignidad, retándole así su poder sobre mí. Pero todo fue en vano cuando aquella niña maldita o aquel demonio impuro dentro de un cuerpo infantil se materializo entre la salida y mi persona.
La puerta lucho contra la maceta nuevamente. El ruido fue más fuerte en esta oportunidad. La misma se abría y cerraba en vano una y otra vez. Cada vez con más fuerza. Sus ojos no paraban de mirarme. Una voz oscura e incomprensible inundaba mi cabeza que empezaba a doler nuevamente. Sabía que ella quería dejarme encerrado en aquel lugar y que haría todo lo que estuviera a su alcance para lograrlo.
Sin pensarlo dos veces dirigí pesadamente mi mano siniestra hacia el bolsillo interno de mi abrigo. Volví en si cuando toque los frascos. Me concentre en el de vidrio que había dejado a la derecha y en un rápido movimiento lo arroje a sus pies inundando la baldosa donde cayó con agua consagrada (Agua mineral que mezclado con una medida de sal gruesa y una oración especifica genera lo que conocemos como agua bendita).
La pestilencia que tenía enfrente desapareció y rápidamente cruce el umbral de la puerta. Solo me restaba otra cosa por hacer. Volví a meter mi mano en el bolsillo esta vez ya más rápidamente y saque el otro recipiente. Con un pulso firme desenrosque la pequeña tapa del frasco plástico y vertí su contenido dibujando una línea de protección ante la puerta.
La sal es un arma poderosa ante lo fantasmal. Desde los albores de la historia el hombre la utilizo para innumerables rituales mágicos. Los antiguos arcanistas ya conocían sus poderes curativos y místicos. Inclusive, no es extraño pensar que tirar tan valioso recurso podría traer mala suerte ante un viaje por venir.
Lentamente y sin deshacer la línea del blanco y pequeño mineral cerré la puerta con llave desde afuera dejando así presa en su propia trampa a aquella malignidad.
Una última mirada sobre mis espaldas antes de salir al encuentro con Luciana me mostró un fantasmal y ya casi transparente rostro de odio mirarme desde na de las ventanas. No pude evitar sonreírle en gesto de burla.
Dos horas y dos submarinos calientes más tarde me despedí de mi testigo en una de las plataformas de abordaje de la estación Retiro. Con mucha suerte pudo conseguir un pasaje inmediato hasta su hogar de la infancia. Un lugar lejos de las garras de aquella “Cosa”.
Luego de un abrazo la chica tomo su equipaje y subió al micro de dos pisos. Yo volví sobre mis pies en dirección a casa. El día había sido largo. Sentía mi cuerpo cansado y débil. Pero de cierta forma me sentía pleno y feliz.
Una vez llegue a mi hogar y santuario pasadas las cuatro de la tarde puse en marcha la cafetera y me senté frente a la televisión. Al no encontrar nada interesante (Nunca lo encuentro) hice contacto visual con la negra y pesada consola que tengo instalada en el estante debajo de la TV. Confieso que no acostumbro despejarme con un Joystick en la mano fuera de horarios nocturnos pero la situación lo ameritaba. Desde la cocina un pitido me indicaba que el agua estaba a punto. Presione un botón en el mando para que la consola empezara a funcionar y luego fui por mi medida doble de negro café. El día ameritaba un pequeño premio aunque estaba lejos de terminar.
Fuente: Buenos Aires Obscura
domingo, 17 de diciembre de 2017
El espíritu del Rio
El siguiente relato tiene lugar Martínez (Específicamente a la vera del Rio Paraná). Allí, una seguidora de la página que llamaremos Daniela se encontraba caminando con su novio en plenas vacaciones. Era de noche. Una de esas noches nubladas y oscuras perteneciente al noveno día del mes de febrero alrededor de la una y media de la mañana.
Ellos se encontraban sentados en uno de los bancos con vista al rio del lugar. Fue luego de una larga charla de enamorados cuando “algo” había llamado su atención. Una extraña sombra se movía en la orilla. La misma se encontraba a unos veinticinco o treinta metros, pero era extrañamente visible en la oscuridad. Según Daniela esta cosa parecía reptar y tenía cierta mezcla entre un humano y un animal.
Esta sombra capto su atención de cierto modo que la perturbo. Por eso mismo tomo con fuerza la mano de su novio y, sin decirle sobre lo que había sido testigo, le pidió abandonar el lugar. Cierto dolor y profunda tristeza se apoderaron de ella de tal forma que no pudo romper en llanto una vez se encontraban ya dentro del auto que tenían estacionado en el lugar.
Algo que llamo poderosamente la atención de la chica era la fisionomía de esta entidad. Destaco unas grotescas y extrañas extremidades.
Esa noche comenzó el insomnio que la acompaño por una buena cantidad de tiempo.
Era cosa de despertarme en mitad de la noche – Me comento Daniela en el correo electrónico – y me sentía de tal forma observada y extrañamente acompañada que no podía dormir hasta que la luz de la mañana se filtrara por las ventanas.
Luego de un mes de esa extraña vivencia Daniela decidió enviar en un correo su pequeño pero atrapante relato. Con su permiso opte por consultarle a Patricia (Una amiga personal que tiene una amplia experiencia en el campo del ocultismo y la parapsicología). Su respuesta fue sumamente interesante. Por eso mismo me tomo el atrevimiento al obtener su permiso para no solo darle una respuesta sobre lo sucedido a Daniela sino para compartirla con el resto de los lectores:
Esas “manifestaciones” son frecuentes a la orilla de los ríos o de los mares – Me explico a través de un mensaje Patricia – Las mismas pertenecen a las personas que fueron muertas dentro del agua. Ya sean asesinadas o por muerte accidental. Este tipo de manifestaciones se vieron mucho en la época militar porque eran arrojados aún con vida al agua a muchos inocentes.
Lo extrañamente curioso resalto cuando me comento sobre la forma de esta sombra. Al parecer con el pasar de los años estas almas en pena se descomponen, por decirlo de una manera, y cambian de forma hasta obtener formas aberrantes. No siempre el espíritu que abandona la carne se mantiene en la forma de su cuerpo terreno.
Cabe destacar que una persona con cierta sensibilidad puede llegar a tener contacto con ellos y así abrir un canal con esta entidad. Comúnmente a este fenómeno se le llama percepción.
En este primer encuentro Daniela genero empatía con esta anima y el canal que abrió con ella quedo de cierta forma abierto. Por eso mismo por un tiempo considerado se sintió acosada con esta extraña presencia.
Fuente: Buenos Aires Obscura
sábado, 16 de diciembre de 2017
Vampiros en Pompeya, Capital Federal
Era una noche primaveral de Octubre alrededor de las tres de la mañana. El insomnio me mantenía despierto y obligo ir a hacer un poco de zapping en la televisión. Vivía uno de esos momentos donde nos preguntamos a para que contratamos un servicio de cable si nunca se engancha una buena película ya sea porque pasan cualquier cosa o lo que verdaderamente puede valer la pena esta empezado o, en mi caso, doblado a un horrible castellano.
Odio no poder conciliar el sueño. Más aun cuando sé que tengo que hacerlo por algún motivo de fuerza mayor o algún tipo de acontecimiento que me obligue a madrugar el día siguiente. Pero más aún detesto el silencio de la noche y todos los recuerdos y memorias que pueden venir a un cerebro cuando, en la oscuridad del cuarto, se obliga uno mismo a dormir.
Fue alrededor de las cuatro cuando mi celular hizo un pequeño sonido de recepción de correo. Asegurado de que seguramente era un mensaje de SPAM invitándome a comprar algún tipo de promoción con descuento o invitándome a algún acontecimiento que se da en algún otro lugar del planeta me estire al pequeño equipo que titilaba desde una mesita de lectura cercana y me dispuse a leer un mensaje que venía directamente desde el formulario de contacto de la página web. Mi primera reacción fue de extrañeza. Una vez leída la totalidad del mensaje la sensación fue muy diferente.
La primera y última vez que me encontré con Martin fue en un barcito que se encontraba sobre la Av. Sáenz en la intersección con la Av. Rabanal (Ex Roca). No fue difícil reconocerlo por su marcado look gótico.
Una vez en el bar ocupando una de las mesas que dan contra la avenida el comenzó su relato.
– Lo que te voy a contar pasó el domingo a la madrugada. Yo recién bajaba del Bondi. Venia de un boliche del centro. Venía con un amigo. Él estaba medio en pedo pero yo no había tomado nada. Bajamos acá a dos cuadras. Justo en la esquina de la iglesia. – Sus ojos mostraban cierto nerviosismo al recordar el relato y sus movimientos corporales bastante incomodidad – y empezamos a caminar para casa. Vivo a unas 6 cuadras de ahí y como quería que Jesús no llegara tan escabiado lo hice tomar aire. Fue a dos cuadras donde “LO VI”.
Martín realizo una pausa y tomo unos sorbos de su exprimido de naranja. Yo aproveche para saborear un poco el cortado que me había pedido. Luego de unos instantes hizo un gesto de concentración. Cerró un poco los ojos como para poder hacer fuerza para remover las escenas en su cabeza y prosiguió con su relato:
– Era de noche aun. Casi las cinco de la mañana. Las calles estaban vacías y casi no pasaban autos. Yo fui quien lo vio primero. Era un tipo de negro. Encapuchado. Con una de esas túnicas negras que están en las películas de terror. Estaba arrodillado frente a un mendigo que estaba durmiendo. Muy cerca. Al principio pensábamos que le estaba afanando algo. Pero cuando eso se percató de nuestra presencia nos miró a cada uno directamente a los ojos. Y créeme que fue tan grande el cagazo que nos pegamos que no podíamos ni movernos. Su piel era blanca y brillaba en la noche. Sus ojos eran negros. Su pelo estaba sucio y lleno de tierra al igual que su extraña ropa. Pero sus labios fue lo que más nos impresiono. Estaban llenos de sangre. Tenían tanta sangre que hasta caía en el piso desde sus labios.
El joven que tenía delante se quedó mudo. Su silencio demostraba que quería algún tipo de devolución. Que le digiera que estaba loco o no. Su mirada estaba turbada por su tétrico recuerdo. Fue en ese preciso momento cuando recordé una leyenda similar que llego a mí hace unos años atrás. También sobre una extraña criatura de rostro ceniciento que atacaba a una de sus víctimas drenando su sangre. Mi mente volvió al presente frente a ese chico nervioso expectante.
Fue en ese momento cuando le explique aquel acontecimiento y le pronuncie la palabra clave: VAMPIRO
Martin inclino la cabeza con una pequeña sonrisa y prosiguió.
– Eso mismo es lo que pensábamos los dos. Al cabo de un instante apareció niebla de la nada y esa cosa desapareció. Del cagazo salimos corriendo y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en mi casa.
Ahí di por entendido de que el adolecente había terminado su relato. Luego de un rato y una charla sobre criaturas sobrenaturales Martín observo por la ventana y mostro cierta preocupación. Al ver que el sol bajaba entre los edificios y empezaba a proyectar la sombra del anochecer decidió dar la entrevista por finalizada e ir para su casa. Yo, en cambio, preferí esperar un poco y averiguar más.
Las primeras cuadras de la Avenida Sáenz luego de cruzar el puente están atestadas de locales de todo tipo, vendedores ambulantes, millares de personas y cientos de vehículos que continuamente se dirigen o vuelve de Capital Federal. La Iglesia del Rosario de Nueva Pompeya de estilo neogótico es uno de los edificios emblema de la ciudad. Con su primera piedra bendecida y colocada para su construcción en el año 1896 la categorizan como una de las construcciones más antiguas de la zona. Fue a su sombra donde decidí tentar a encontrar algo más que reforzara este relato.
Edelmiro (Vendedor ambulante): Hay gente muy loca por acá. Muchos chicos se la pasan chupando y fumando cosas raras. Una vez a uno trato de cagar a tiros a una mina que no le quería entregar la cartera. Pero que se chupen la sangre entre ellos. ¡Eso no me lo creo!
Fernanda (Transeúnte): Una vez escuche lo del ataque a una anciana de la zona. Dicen que le habían sacado toda la sangre. Seguro se referían a su jubilación (La señora mostro cierto sarcasmo). Pero ese tipo de cuentos no me los creo. Seguro fue un cuchillazo y para hacerse ver o asustar a algún testigo no tuvo mejor idea el asesino que llenarse los labios de su propia sangre. O quizá era un loco. Pero vampiro… ¡eso nunca!
Fue cuando esta extraña mujer se alejó de mi cuando un anciano bastante extraño toco mi hombro y me indico que lo siguiera. Su aspecto era dejado. Un hombre entrado en años con bastante olor a alcohol en sus vestimentas. No sé por qué, pero decidí acompañarlo. Cruzo la calle y luego el Metrobus y una vez en la plaza tomo asiento en el suelo alejado de los grupos de personas que caminaban entre paradas de colectivo sin casi prestar atención al entorno donde estaban. Cuando tomé asiento en el piso enfrente del anciano me pidió que le contara porque estaba preguntando por un extraño hombre de blanco. Su aliento era fétido y apestaba a alcohol. Con cierta incomodidad le repetí la historia. Desde lo que había pasado hace unos años hasta lo visualizado por mi entrevistado hace unos días. El anciano, que se hizo llamar Felipe, sostuvo una extraña carcajada y luego me contó algo bastante curioso.
Felipe (Testigo): Seguro era uno de esos vampiros. Hay dos o tres por acá. Es jodido verlos. Acostumbran atacar a los que estamos en la calle como yo. Son muy rápido y siempre andan de negro. Yo puedo apestar pero ellos… ¡No tenes una idea! Encima están llenos de tierra.
Felipe saco una pequeña botella envuelta en una bolsa. Tomo un trago y siguió su historia.
Felipe (Testigo): Yo sé dónde se ocultan los muy desgraciados. Debajo de esa iglesia. Es muy vieja y seguro tiene algún túnel o catacumba que nadie sabe dónde está. Varias veces los veo entrar antes del amanecer. Algunos escalan hasta el campanario como si fueran cucarachas. Otros se hacen humo y se meten por la puerta. La gente no sabe nada y siempre te lo van a negar.
Luego de semejantes palabras no pude más que dar las gracias y emprender la vuelta. La catedral estaba cerrada a cal y a canto y la noche amenazaba poderosamente. Me maldije por haber dejado mi crucifijo en casa.
Ya en el 179 camino a Lanús y Provincia no pude evitar ver cierto paralelismo con la historia del supuesto vampiro de la colonia (Mencionada antes en la página y compartida con ustedes). Un ser milenario que se alimentaba de los vivos y vivía en los laberínticos subterráneos de la Ciudad. Después de todo. Nadie sabe lo que puede haber debajo de las calles de Nueva Pompeya. Qué clase de criatura puede arrastrarse debajo de nuestros pies. Qué clase de criatura nocturna puede surcar los cielos y refugiarse del día en aquel campanario o en lugares abandonados y olvidados. Lejos de la luz del Sol.
Recordé que según los relatos los vampiros preferían tener sus ataúdes en grandes salones o criptas con piso de tierra. Por lo menos muchos escritores y directores de cine me lo hicieron creer.
Cruzado el Riachuelo y sintiéndome de cierta manera fuera del alcance de esas supuestas criaturas recordé un párrafo del famoso relato “El Ceremonial” de H. P. Lovecraft que aunque no trate sobre vampiros igual lo compartiré con vos. Mi querido amigo y lector.
“Las cavernas inferiores -escribió el loco Alhazred- son insondables para los ojos que ven, porque sus prodigios son extraños y terribles. Maldita la tierra donde los pensamientos muertos viven reencarnados en una existencia nueva y singular, y maldita el alma que no habita ningún cerebro. Sabiamente dijo Ibn Shacabad: bendita la tumba donde ningún hechicero ha sido enterrado y felices las noches de los pueblos donde han acabado con ellos y los han reducido a cenizas. Pues de antiguo se dice que el espíritu que se ha vendido al demonio no se apresura a abandonar la envoltura de la carne, sino que ceba e instruye al mismo gusano que roe, hasta que de la corrupción brota una vida espantosa, y las criaturas que se alimentan de la carroña de la tierra aumentan solapadamente para hostigaría, y se hacen monstruosas para infestarla. Excavadas son, secretamente, inmensas galerías donde debían bastar los poros de la tierra, y han aprendido a caminar unas criaturas que sólo deberían arrastrarse.”
Fuente: Buenos Aires Obscura
viernes, 15 de diciembre de 2017
El macabro juego de la copa – Leyenda urbana de Berazategui
Como todos sabemos hay siete juegos prohibidos en esta tierra. Entre ellos se encuentran la ruleta rusa, no mires atrás, el demonio en el espejo, la tabla ouija y el juego de la copa. Hoy precisamente vamos a hablar de este último. Un juego donde juegan tanto los vivos como los muertos.
Ambos juegos se utilizan para invocar el espíritu de un muerto y poder entablar un canal de comunicación con él. Lo más curioso es que para poder realizar este misterioso ritual solo es necesario unos cuantos papeles con un abecedario, números y las palabras “Si” y “No” como una simple copa. Esto hace que este juego tan especial pueda ser jugado en prácticamente cualquier lugar.
Muchos son los relatos que giran alrededor de este juego. Unos dicen que es una farsa mientras que otros no solo apoyan su veracidad sino le temen con absoluto respeto y temor.
El relato que compartiré con ustedes a continuación justamente trata sobre este juego y lo que género en un grupo de amigos en el barrio de Berazategui en la zona sur de Buenos Aires.
Una vez hace muchos años llego un rumor a mis oídos sobre un grupo de amigos (Muchos decían que eran seis) fue encontrado muerto y mutilado en un departamento abandonado a unas cuantas cuadras de la estación de Berazategui.
Mis conocimientos acerca de este juego no son muy profundos y, de hecho, nunca participe en una partida del mismo ni como integrante ni como observador. Pero es de público conocimiento que alrededor del mismo juego giran muchas teorías acerca de lo bueno y lo malo que puede acarrear jugarlo.
Al recordar el macabro hallazgo y al interesarme en lo “sangriento” del mismo no pude evitar mi curiosidad morbosa (Que estoy seguro que todos compartimos en mayor o menor medida) y me dirigí a las inmediaciones del lugar.
Precisamente fue el la peatonal principal (La 14 como le dicen los vecinos del lugar) donde comencé mi investigación.
Gisela: “Si, escuche que paso algo así a unas cuadras por acá. Encontraron a unos chicos muertos en un departamento abandonado. Dicen que se metieron y comenzaron a hacer un ritual satánico. Se drogaron mucho y termino en una tragedia”.
Marta: “No conozco muy bien la historia. Pero cuando me la contaron hablaron sobre un pacto con el diablo y paredes ensangrentadas. Mucha sangre. Eso es lo que vio la policía cuando llego al lugar”.
Mauricio: “Yo no creo en esas cosas del diablo y de los fantasmas. Pero un amigo mío que es fanatico de estas cosas fue un testigo de esta sobredosis de drogas y alcohol”.
No sé si le abre dado confianza al chico o fue la energía de mis deseos que al poco insistir pude lograr de que llamara a este tal amigo David y se acercara a un Starbucks situado en las inmediaciones de la Municipalidad de Berazategui.
Luego de una hora de esperarlo y ya con dos capítulos de un libro consumidos fue cuando me estaba dando por vencido y, dispuesto a abandonar el lugar, un joven bastante extraño con un look muy “llamativo” se acerca a mi teniendo en sus brazos una carpeta de color negro que cuidaba como oro.
Al rato de charlar un poco sobre la historia de los adolescentes el me conto lo que había visto y escuchado desde un departamento cercano al siniestro.
David: Lo recuerdo perfectamente. Era un viernes por la noche. Estaba atento al timbre porque había pedido una pizza en la pizzería de la esquina. Era de noche sin luna, un viento y frio tremendo y una copiosa pero débil lluvia de invierno. El televisor estaba en silencio y los parlantes de la Pc solo sonaban ante el típico ruido de mensaje del MSN. Era lo único que tenia volumen ya que estaba esperando que un amigo me escribiera.
Fue a eso de las diez cuando la lluvia dio un respiro y escuche parte de una conversación muy extraña que procedía del departamento opuesto al mío que, curiosamente, estaba desocupado. Pude escuchar muy poco pero algunas palabras como “Espíritu”, “Copa”, “Velas”, y frases como “Estas entre nosotros?”, “Quien de nosotros morirá primero?” me hicieron entender que unos pibes se habían metido a la fuerza en un departamento de los que estaban aun sin alquilar y montaron ahí una sección de espiritismo o simplemente se pusieron a boludear con el juego de la copa. “Unos tontos” – pensé – Pero lo curioso es que esas voces no me dejaban separarme de aquella ventana. Parte de mi quería escuchar todo y que la lluvia reanudara me obligo a estar más pegado a la ventana. Más atento.
Al cabo de un rato muy largo. Unos cuarenta minutos. Quizá una hora. El juego se puso más violento. Los chicos se pusieron más coléricos con el juego y una chica empezó a gritar. Era poco lo que podría ver desde donde me encontraba yo. Solo se veía la luces de unas dos o tres velas a través de unas cortinas” pero la chica se empezaba a poner nerviosa y fue tal el grito que pensé que la estaban violando, lastimando o algo parecido. Fue ahí cuando pude despegar los ojos de la ventana y pensar en lo sucedido.
Quizá era un grupo de adolescentes de esos que les gusta hacer rituales satánicos, quizá estaban alcoholizados o bajo el efecto de una droga. Lo primero que quise hacer fue acercarme al teléfono y dar aviso a la policía. Pero apenas tome el teléfono y escuche algo que no era de este mundo. Algo muy fuerte que iba más allá del volumen de las voces, de los gritos e inclusive que los ruidos que venían de la calle. Es el día de hoy que a veces me despierto de mis pesadillas escuchando ese grito, ese aullido no humano sino más bien animal que estallo en la noche. Una especie de lobo de pesadilla. Quede petrificado con el auricular en la mano no se cuánto tiempo hasta que unas luces brillantes y azules pasaron su reflejo por las cortinas de mi departamento y unos ruidos fuertes me indicaron que la policía había llegado al lugar.
Al cabo de unas horas los vecinos y yo estábamos en la puerta del edificio continuo y vimos como la policía científica, los bomberos y personal médico retiraban del lugar siete cadáveres ya cubiertos por esas bolsas negras de pesadilla.
A los pocos días llegaron a mi todo tipo de rumores. Uno de ellos decía que los chicos se habían juntado a jugar al juego de la copa. Habían preparado un altar donde estaban acomodados papelas con letras alrededor de unas cuantas velas negras. Una estatuilla extraña, contaban, estaba en la habitación. Todos fueron encontrados en posiciones extrañas y en condiciones sobrenaturales. La sangre inundaba todo el lugar.”
Fue en ese momento de la conversación cuando David puso su carpeta oscura sobre la mesa y empezó a buscar unas cosas en ellas.
“Lo único que pude conseguir es una foto que le compre a un chico que se metió en el lugar poco después la policía lo haya limpiado y abandonado. En esta foto se ve una extraña figura en el piso y algo más horrible sobre ella. Pero es algo que para creerlo tenes que verlo.”
David me tendió una fotografía bastante borrosa. Claramente se veía una especie de estatua en el piso. Era una especie de figura humanoide senada en un trono con dos cuernos en punta alrededor de su cabeza. La calidad de la foto era pésima y el pegamento que uso para adherirlo a su carpeta había percudido un poco las capas de tinta de la fotografía. Pero cuando lo vi entendí porque era un suceso sobrenatural, horrible, sangriento y, sobretodo, demoniaco. Detrás de la estatua que reposaba en el piso había un arco negro que llevaba a una habitación continua. La oscuridad reinaba del otro lado del arco pero el flash de la cámara del fotógrafo adolecente dejo en evidencia una forma de terror. Una criatura no humana estaba en el lugar, a pocos centímetros de esa figura. Mirando sin expresión la cámara fotográfica mientras que, los rastros de sangre, formaban círculos extraños de complejidades geométricas en toda la habitación.
Por una cuestión personal de mi informador accedí a no copiar ni fotografiar esa imagen que, de por cierto, era horrible y atroz. No hay registros policiales del suceso. Son pocos los vecinos del edificio que no hacen la señal de la cruz cada vez que les es nombrado y recordado el suceso. ¿Un asesinato macabro y que luego llevo a cabo un suicidio? ¿Un ritual satánico que abrió un portal a otra dimensión infernal accidentalmente? ¿Los desvaríos de un loco fabulador que se nutren de un hecho de drogas o sobredosis para llegar a la fama? Eso es aun todo un misterio.
Mientras yo, no puedo evitar pensar en esa figura. Sea real o no. Con sus mirada inexpresiva y ese aura negra e infernal.
jueves, 14 de diciembre de 2017
El fantasma de la UNLa – Leyenda Urbana de Lanús
Leyenda Urbana de Lanús, Buenos Aires.
Muchos de los que vivimos en la zona sur de Buenos Aires conocemos la hermosa Universidad de Lanus (UNLa). Ubicada en la calle 29 de Septiembre al 3901 precisamente en el límite de los partidos de Lanús y Lomas de Zamora. Fundada en el año 1995 y con un campus de más de diez hectáreas.
Actualmente varios edificios se erigen en el campus universitario donde se enseñan con extrema pasión muchas disciplinas en el área de la salud, transporte, derechos humanos, diseño, entre muchas más donde más de 17.000 alumnos regulares cursan entre los turnos diurnos y nocturnos.
Es de público conocimiento que esta “Ciudad del conocimiento” se levantó en los predios que pertenecían al Ferrocarril y los talleres de Escalada. Abandonados y sin uso por varios años. Siendo este último detalle algo importante para la extraña historia que veremos a continuación.
Era un miércoles de Agosto cuando Laura salía de su clase de Diseño II del Edificio “Juana Manso” de esa misma universidad El profesor ya había observado su trabajo (Un afiche sobre una prestigiosa cantante del POP) y luego de darle su opinión, decidió que lo mejor era salir antes de hora e ir a trabajar a su casa donde tenía los archivos de edición de la entrega que preparaba.
La noche era de luna llena pero aun así el campus estaba oscuro y con la mitad de su equipo lumínico encendido. La niebla tomo posesión del lugar convirtiendo el lugar en un paraje substraído de alguna película de terror del “cine B”. El aire era frio y húmedo. La atmosfera, opresiva.
Laura empezó su caminata en dirección a la calle Alsina por dentro del predio universitario donde se encuentra una de las entradas del lugar. Primero, decidió pasar por la cafetería para adquirir una infusión para el camino y luego por su sendero preferido que comunicaba el edificio donde cursaba con una pequeña plaza que solo los que estamos habituados con la Universidad conocemos bajo el nombre de “Plaza Quijotanía”.
Ella caminaba tranquila y relajada. La seguridad y el confort es algo que se respira en aquel lugar como si estando entre sus muros de ladrillo y predios uno estuviera a salvo de cualquier peligro. Fue cuando estaba cruzando dicho claro donde las figuras del libro de Cervantes estaban materializadas con restos de antiguas vías y ferrocarriles por los alumnos del departamento de Humanidades y Artes cuando la alumna distinguió algo extraño que se desplazaba entre los tupidos árboles que estaban al costado del camino. Era una figura extraña que extrañamente se mimetizaba con el lugar. Era una silueta extraña y blanquecina que se asemejaba bastante con la figura humana.
Extrañada, Laura empezó a caminar más despacio y recelosa para que esa extraña “cosa” no se percatara de su presencia. La curiosidad nació en ella de tal forma que decidió seguir a esa extraña aparición.
Claramente era una chica – Me confeso la testigo mientras tomaba su té verde en la cafetería vidriada cercana al lugar donde sucedió su visión. Su rostro no denotaba nerviosismo. Claramente no era una chica supersticiosa – Ella se desplazaba por la vereda que conecta los edificios que están entre la biblioteca universitaria y el estacionamiento frente al edificio José Hernández. Pese a que no era algo claramente de “este mundo” estaba vestida con ropa bastante moderna. No de ahora pero tampoco con esas extrañas vestimentas que se usaban hace más de doscientos años y por lo que vi también no podía escuchar porque luego de salir de ese extraño trance que te genera ver algo bizarro (Me causo cierta gracia ese modo de catalogar un avistamiento de algo que no pertenece a este plano material) le chifle para ver si se volteaba. Lo curioso es que luego de unos metros esta figura que parecía flotar entre las baldosas se esfumo como humo en la oscuridad del camino.
La cafetería universitaria era un bullicio. Claramente los alumnos estaban en corte y todos coparon el lugar. Pese a que no quedaba una mesa desocupada, una masa de alumnos del edificio continuo se dirigían al lugar. Laura bajo su vista hacia su infusión y luego de un momento de silencio claramente sus pensamientos la llevaron lejos de aquel lugar. Decidí que era el mejor momento para pausar la grabación de mi celular.
-Quizá pienses que estoy loca o que estaba fumada o algo – Una extraña risa la hizo sonreír – Pero te juro que estaba más despierta y enchufada que nunca
Luego de una larga conversación que se extendió hasta casi las nueve de la noche sobre fantasmas, apariciones, tablas ouija que extrañamente se transformó en charlas de formas, acrílicos y temas de diseño gráfico decidimos que lo mejor era dejar la entrevista como terminada. Fue ahí cuando la chica de pelo corto y extrañamente teñido se levantó, tomo su pintura y salió del lugar.
Mientras terminaba de un sorbo mi cortado que estaba horriblemente frio no pude evitar pensar en la incontable cantidad de veces que entre clases buscaba refugio en esa misma cafetería. Que me perdía en aquellos largos caminos en el campo universitario o cuando me sentaba contra un árbol a leer algún libro de turno.
Ya camino a casa repase la entrevista buscando algún otro detalle. La descripción dada por Laura era la misma que la que muchas otras personas dieron sobre esa extraña figura. Una leyenda urbana muy conocida para los estudiantes, docentes o ex alumnos del lugar. Muchos tienen sus teorías y especulaciones sobre como aquel fantasma llego a ese lugar. Algunos hablan de una chica que fue asesinada en aquel lugar cuando no era más que un depósito de chatarra. Otros ya más originales hablan sobre una alumna que vendió su alma al diablo para poder llegar a su título de grado. Sobre esto último prefiero reservar mis comentarios.
La noche en Lanus era fría. El colectivo de la línea 160 estaba atascado en tránsito. Decidí pausar la voz de Laura y escuchar algo un poco más relajante. Opte por escuchar uno de los discos del Maestro Andre Rieu. El ruido del tránsito se apaciguo por la música (Confieso que me encanta poner el volumen al máximo). El día llegaba a su fin pero la leyenda de esta extraña aparición, no hacía más que comenzar.
Fuente: Obscura Buenos Aires
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